El trastorno por consumo de sustancias (TCS) es un padecimiento que se define como el uso problemático de una sustancia como alcohol, drogas o medicamentos recetados. El individuo consume intensamente y a pesar de las consecuencias dañinas. Esto afecta su capacidad de funcionar día a día. A los TCS más graves a veces se les llama adicciones. El uso de alcohol y drogas es una de las causas principales de enfermedades prevenibles y muerte prematura en Estados Unidos. En 2020, 6.2 millones de hispanos o latinos de 12 años en adelante tuvieron un TCS en el último año (NSDUH, 2020). Casi 90 % de este grupo nunca recibirá tratamiento.
Para prevenir una recaída, que significa consumir nuevamente la sustancia después de dejarla, se debe ser consciente de que tipo de cosas, situaciones o personas lo influye a consumir de nuevo. Al identificar esto se debe encontrar maneras de evitarlos o lidiar con ellos. Estas cosas que provocan el consumo, conocido como: desencadenantes, pueden ser externos o relacionarse con el estrés; por ejemplo: estar en lugares donde se consumen las sustancias o padecer estrés en su empleo, problemas financieros o conflictos con los demás. Los desencadenantes también pueden ser internos, como el deseo de consumir una sustancia, estado de ánimo deprimido, ansiedad, hambre o fatiga. La clave está en anticiparse a los desencadenantes para que no sean una sorpresa y usar un plan o una estrategia de superación para ayudar a lidiar con los desencadenantes. Por lo general, se necesita la ayuda profesional para ser consciente de los desencadenantes y desarrollar planes para evitar una recaída. También existen muy buenos medicamentos para los trastornos por consumo de alcohol, opioides y tabaco, que reducen eficazmente el deseo de consumir y ayudan a prevenir una recaída.
Los medicamentos de tipo opioide que tienen el potencial de provocar una adicción son solo una manera, y quizás no la mejor, de ayudar a controlar el dolor crónico. El mejor plan es probar primero todas las alternativas.
Las intervenciones sin medicamento, como programas de ejercicio, fisioterapia, meditación de consciencia plena, yoga, tai-chi y un tipo de psicoterapia llamada terapia cognitivo conductual (TCC) con frecuencia funcionan bien. La acupuntura también beneficia a algunas personas que viven con dolor. Muchos medicamentos que no tienen el potencial de provocar adicción también pueden ser útiles para el dolor crónico. Estos incluyen medicamentos antiinflamatorios, como aspirina, ibuprofeno o naproxeno, antidepresivos como nortriptilina o duloxetina, o medicamentos que se usan frecuentemente para las convulsiones, como gabapentina o pregabalina.
La mayoría de las personas que toman medicamentos opioides para el dolor crónico no generan una adicción a ellos, aunque tomarlos por más de algunas semanas es probable que genere tolerancia, lo que significa que, con el tiempo, el efecto del medicamento es menor, así como generar síntomas de abstinencia si los medicamentos se dejan de tomar abruptamente.
Al-Anon y Alateen son recursos gratuitos y extensamente disponibles para los familiares. Estas organizaciones ofrecen grupos de ayuda mutua. Los miembros no dan orientación o asesoramiento a otros miembros. En vez de eso, comparten sus experiencias e historias personales, e invitan a otros miembros a "tomar lo que gusten y dejar el resto", es decir, determinar por sí mismos qué lección podrían aplicar a sus propias vidas. El mejor lugar para aprender cómo funciona Al-Anon y Alateen es una reunión en su comunidad local. La mayoría de los programas de tratamiento profesional también ofrecen grupos familiares para ayudar a las familias a apoyar a sus seres queridos que luchan contra una adicción.
Sí. En general, los hombres tienen entre una y media a dos veces más probabilidad de tener un trastorno por consumo de sustancias (TCS) que las mujeres. Los datos de la Encuesta Nacional sobre el Consumo de Drogas y la Salud indican que, en 2019, aproximadamente 10.7 % de hombres de 12 años en adelante y 6.3 % de mujeres cumplieron con los criterios de un TCS en el año anterior. No obstante, es importante resaltar que, cuando se examinaron a jóvenes de entre 12 y 17 años separado de los adultos, las tasas de niños y niñas estaban mucho más cercanas e incluso más altas en las niñas (5.7 %) que en los niños (4.8 %).
De manera similar, la investigación descubrió que, entre mujeres y hombres más jóvenes en los EE. UU., las diferencias de género en las tasas de beber intensamente en poco tiempo y beber en exceso son menores que en los adultos más grandes. Esto sugiere que las mujeres están alcanzando a los hombres en el consumo inseguro del alcohol y esto tiene implicaciones significativas a su salud y seguridad, así como la de sus hijos, nacidos y no nacidos.
Los niños en familias con muchas adicciones a las drogas o el alcohol entre los miembros están en alto riesgo. Está muy claro a partir de estudios a mellizos que el 50 % del riesgo de desarrollar una adicción lo determina la genética. Entre mellizos idénticos que comparten todos sus genes, si uno tiene una adicción, el otro tiene 50 % de posibilidad de también tenerla. Entre mellizos fraternales que, al igual que cualquier otro hermano comparten aproximadamente la mitad de sus genes, si un mellizo tiene una adicción, el otro mellizo tiene aproximadamente 25 % de probabilidad de tener el trastorno. La buena noticia es que la mitad del riesgo de desarrollar la adicción es ambiental, así que las intervenciones eficaces probablemente pueden prevenir riesgo por causa genética que tienen algunas personas.
También sabemos que, a pesar de la genética, mientras más temprano sea el consumo de sustancias en un niño, mayor será el riesgo de desarrollar posteriormente la adicción. Se les debe hablar a los niños sobre su riesgo a la edad más temprana posible en la que puedan comprender el significado, por lo general entre los 10 y 12 años, según la madurez del niño.